El mesianismo delirante del presidente y sus consecuencias dolorosas para la vida de las mayorías populares del país desnuda su esencia clasista y antinacional. Pocas veces, lo antagónico e irracional en términos ideológicos y en sentido social y cultural se pone tan claramente de manifiesto. El gobierno libertario representa todo lo opuesto a la idea de un tejido social solidario y al pueblo mismo como colectivo nacional, con una historia y una cultura que lo sustenta y le da sentido. La megalomanía de Milei, quien se autodenomina grotescamente “el mejor presidente de la historia argentina”, se va desnudando ante su propia base electoral. Transa con la casta para achicar el Estado y “agrandar el bolsillo de las corporaciones”, tal como se sinceró ante una tribuna de supermillonarios. Ya nadie le cree cuando dice que “los tarifazos de luz, gas y agua están regalados”, mucho menos aceptado es el bolazo de “los jubilados le están ganando a la inflación”. Por otro lado, el núcleo socio político que siempre lo rechazó se amplía y reafirma su crítica, a pesar de la ausencia de una conducción política que lo aglutine. Pero no todas son pálidas para el presidente: fue ovacionado en la Sociedad Rural durante el centenario de Criadores Hereford. Esos aristócratas, a quienes Sarmiento llamaba “la oligarquía con olor a bosta”, valoraron el “nuevo gesto de apoyo” y le otorgaron el honor de colocar el manto al gran “campeón macho”. También recibió un entusiasta apoyo del Director Ejecutivo del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), Santiago Mignone, quien celebró el recorte de los subsidios. Se nota que a los señores de esta entidad no les importa que los ciudadanos y las Pymes se vean obligados a afrontar facturas de los servicios públicos confiscatorias de sus ingresos, a pesar de lo cual el vice ministro de Economía, Daniel González, no trepidó en sincerarse: “Tendremos un verano complicado en materia de cortes de luz”.
El proyecto de Milei conduce a la sociedad argentina a una tragedia de magnitudes. No solo por la pérdida de la soberanía política y la ausencia de desarrollo inclusivo, sino también por la degradación y ruptura de los lazos sociales. Una Argentina con más de la mitad de la población sumida en la pobreza, sin expectativas de recomposición salarial, con un desempleo que pronto superará los dos dígitos, una inflación que en agosto volvió a subir y con quita de subsidios a las tarifas de gas, luz, agua y transporte que sigue vaciando los bolsillos de los usuarios. Los sectores más vulnerables de la sociedad no reciben asistencia alimentaria en los comedores, a los jubilados se les quita la cobertura de los medicamentos; el desempleo es una realidad y un fantasma amenazante y quienes conservan su trabajo, no logran llegar a fin de mes. Los docentes y profesores universitarios ingresaron a esa franja social.
En este contexto, que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner tome la posta de la confrontación resulta auspicioso. “Necesitamos volver a sentir la cooperación y la solidaridad. Necesitamos llevar una palabra de aliento. Confío infinitamente en las fuerzas del pueblo”, afirmó enfáticamente. Hay analistas que ponderan la inconveniencia de su cruce con Milei en términos tácticos. Pero existe otro punto de vista más valioso y necesario a tener en cuenta: el de una militancia política ávida de conducción y de una dirigencia opositora que oriente, frente a tamaña crisis social y política. Hay demasiados silencios prolongados, de allí que resulte necesaria la palabra de Cristina aportando a la construcción de una amplia oposición más efectiva a la hora de enfrentar las medidas de un presidente que viene a destruir los derechos y el futuro de las grandes mayorías. A este impulso, y a la unidad que el espacio debe sostener, habrá que sumarle un núcleo de ideas centrales y un programa, frente a la actual emergencia y la gravísima deuda social. Queda claro que no puede ser el desencanto el factor principal. Afrontamos además el desafío de dilucidar ante la sociedad lo dicho por Cristina: “el presidente es loco y no sabe”, aclarando el equívoco de que “es loco, pero sabe”.
El protagonismo del Parlamento, amalgamado por la presencia del pueblo en las plazas y avenidas, expresa la resonancia del sentir de la comunidad, más allá de la supuesta victoria de la confirmación del veto a la movilidad jubilatoria, en la que se vio a Milei transando con los radicales que no se rompieron, sino que se doblaron: cinco traicionaron votando, uno lo hizo ausentándose y otro renunciando a su banca. Los tránsfugas fueron siete.
El Senado rechazó el DNU de los fondos para la SIDE y aprobó la actualización del presupuesto universitario. El apoyo a las universidades fue abrumador: 57 a favor y 10 en contra. Un consenso similar impugnó también el decreto de fondos para la SIDE. Fue 41 a favor y 11 en contra. Dos derrotas parlamentarias trascendentes que expresan el hecho notorio de que recortar jubilaciones y reprimir a los adultos mayores tiene un alto costo político y un fuerte rechazo de la opinión pública. El “triunfo del veto” a la movilidad jubilatoria desnudó la inmoralidad política del presidente y del PRO macrista aterrorizado por la pérdida de sus electores en manos de la “auténtica derecha gorila” de Javier Milei.
Todo indica que se viene una gran manifestación pública ante el “veto total” a jubilados, docentes universitarios y trabajadores de diferentes ramas. Milei insiste en el ajuste sin fin, tras su sueño dorado del superávit fiscal que le agrande los bolsillos a las corporaciones, quienes hasta ahora aplauden, aunque no ponen ni una moneda de cobre. Se ve que “los argentinos de bien” aún no confían en el plan de estabilización del gobierno, más allá de que festejen las desregulaciones de Sturzenegger y la anacrónica reforma laboral que, como dijo el vocero Adorni “es a favor de la libre contratación, incluso si fuese una jornada laboral de 12 horas”. Pareciera que a fuerza de vetos, palos y gases a los jubilados, y ensimismado en su egolatría, el presidente decidió enfrentar a la opinión pública. Ante tamaña pertinacia, resuena la invocación del gran Cicerón: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo todavía se burlará de nosotros tu furor? ¿Adónde llegará en su desenfreno tu audacia?”.
La represión al pueblo siempre es cruel e inhumana. Atenta contra derechos humanos básicos de la ciudadanía y valores y principios de una sociedad democrática, consecuentemente siempre debe ser repudiada. El cobarde apaleamiento a trabajadores jubilados que defienden con dignidad su derecho a vivir dignamente, a alimentarse, a la vivienda y el acceso a los medicamentos resulta tan deshonrosa como deleznable. Esa es la percepción de la mayoría de la sociedad democrática.
El fenomenal despliegue de policías y gendarmes, con sus enormes palos de ataque, máquinas infernales y su gas pimienta, cubiertos de escudos y cascos ante la hipótesis delirante de que los jubilados resulten ser terroristas, tiene el propósito esencial de presentar imágenes represivas con el fin de amedrentar a la sociedad. Nada nuevo. Ya lo hicieron tanto las dictaduras como los gobiernos civiles cuando sus proyectos políticos y económicos antipopulares generaron la inevitable reacción del pueblo. Palos y gases forman parte de una ideología totalizadora contra las mayorías políticas sociales y culturales, incluyendo el desprecio y la negación del parlamento como expresión de la representación de las diversidades del pueblo. Veto y represión es la respuesta a los jubilados, a la sociedad que se solidariza con ellos y al parlamento de votó el modesto aumento de sus ingresos.
El Presidente continúa pensando en que su verba primitiva y violenta contra el Congreso, impacta en algunos sectores de la sociedad decepcionada de gobiernos anteriores y la “política”. Ya lo hizo el día que asumió cuando le dio la espalda. El mensaje es clarísimo: “señores legisladores a ustedes los desprecio, integran un nido de ratas”, aunque ahora matizó agregando que son “ratas del poder”. De cualquier forma, los conminó a que sostengan su veto a la ley de movilidad jubilatoria, a no votar la ampliación presupuestaria a las universidades y sus docentes con sueldos congelados, y obviamente a aprobar sin chistar el presupuesto nacional que incluye el “ajuste más grande del mundo” contra el pueblo. Ya que estaba lanzado incluyó a periodistas, medios de comunicación “que se venden al mejor postor” (¿se referiría a Clarín, La Nación y La Nación +?) y a los sindicalistas. Desde sus posturas resultantes de una mezcolanza de arcaicos medievalismos y thatcherismo neocolonial, el Presidente identifica a la comunidad científica y al pensamiento crítico como sus enemigos, negando el valor del conocimiento.
El ataque cargado de ira y rechazo recuerda al “¡Muera la inteligencia, viva la muerte!”, que bramó el general franquista José Millán Astray en la Universidad de Salamanca en 1936, reaccionando violentamente ante la intervención del prestigioso rector, el filósofo Miguel de Unamuno. Su valiente respuesta llena de sentido se hizo historia: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Es inútil que penséis en España”. Nosotros diríamos “es inútil que el presidente piense en nuestra patria”. Este cruce expresa la visión irracional y oscurantista negadora de la cultura, la inteligencia y la historia, propio de los regímenes autoritarios. La reacción de Millán Astray desnuda una ideología que destila odio e ignorancia mellando toda pretensión de cambio social en un sentido popular y progresista.
Volviendo al presente, la semana pasada Milei reiteró que uno podía “tener la libertad de morirse de hambre”. Expuso en un acoplamiento de fanáticos de ultra derecha autodenominado III Encuentro Regional del Foro Madrid, organizado por el líder del partido español Vox, Santiago Abascal. Allí frente a los herederos políticos de Franco y de los falangistas como Astray, Milei también rugió como aquel general invadido por el odio, su ideología fascista y sus mutilaciones físicas.
La apuesta mileista en su batalla cultural se sustenta en la eliminación de la facultad de razonar y en capitalizar la desesperanza. Desde allí se puede aceptar que la Argentina iba camino a una hiperinflación del 17.000 %, asumir como lógica una devaluación del 118%; y la reducción drástica de los salarios, de las jubilaciones, aumentos indiscriminados de las tarifas de los servicios públicos y del transporte. Con el mismo fin propagandístico, Milei reafirma su discurso pseudocientífico cargado de citas, cifras y fuentes falsas y descabelladas, para justificar la destrucción al Estado y que resulta lógico “agrandar los bolsillos de los grandes empresarios”.
La megalomanía presidencial se regodea realizando un ajuste descarnado que incluye la eliminación del acceso a una cantidad importante de medicamentos y la falta de entrega de alimentos a las organizaciones sociales, en un país donde más de un millón de pibes y pibas se van a dormir sin cenar. No trepida en auto calificarse como “el hacedor del mejor gobierno de la historia”, manifestando su superioridad sobre todos los presidentes argentinos, colocándose en un podio por encima de: J. A. Roca, Mitre, Sarmiento, Yrigoyen, Perón, Alfonsín y Néstor y Cristina Kirchner, sólo por nombrar algunos. Un neofukuyismo primitivo en el que el fin de la historia finaliza con él.
Pero no se trata solo de “las fuerzas del cielo”, ni el ataque a la comunidad científica, artistas y periodistas; también tiene la intención de entregarle 100 mil millones de pesos a los espías de la SIDE, el intento de volver al siglo XIX con las leyes laborales y el negacionismo de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico militar, de la cual Milei toma buena parte de su programa económico. En el Foro de ultra derechas volvió con aquello de “los 30 mil de verdad”; para insistir en tergiversar la idea de Memoria, Verdad y Justicia, demostrando que comparte con su vice el negacionismo y la reivindicación integral de la dictadura videlista.
Luego de las derrotas parlamentarias de fines de agosto, Milei reforzó su agresividad potenciando un narrativa fascistoide. La muerte de la inteligencia y las loas al franquismo son constitutivas del grito ultraderechista de época. El notable ejemplo de Unamuno en tiempos de derrota y avance del oscurantismo, nos afirma en la necesidad de enfrentarlo y derrotarlo con el convencimiento del Pueblo decidido a dejar atrás las tinieblas de la irracionalidad propia de la ultraderecha abriendo paso a una nueva época democrática y de progreso.
La diatriba de Milei desnuda su imposibilidad de convivir en un sistema democrático. Su soberbia ideológica y personal lo conduce inevitablemente hacia el autoritarismo y la represión. Las imágenes de la policía apaleando a jubilados son reveladoras. Completa su visión política con una descarnada crueldad y desprecio a la opinión pública, propia de un tipo ensimismado: el aumento a los jubilados dispuesto por el parlamento es “exorbitante”.
El presidente se empecina en aplicar su “ajuste más grande del mundo” acentuando el autoritarismo con su abollada motosierra como instrumento, en pos de sostener su dogma: bajar el superávit fiscal y la inflación. Por eso veta e intenta desarmar, como sea, los dos tercios de la Cámara reactivando la alianza con Macri a pesar de sus infidelidades crónicas. La búsqueda de zurcir heridas incluye a un archipiélago de fuerzas “amigables”, quienes cruzaron el Rubicón votándole la Ley Bases. A esta altura de los hechos se evidencia la reiterada aplicación de la variante del principio de Lavoisier: nada se pierde, todo se transfiere… a los ricos.
El destinatario principal de su desangelada meta es el “mercado” para mostrarle que lo suyo tiene consistencia, alimentando la esperanza en que lo apoyarán con préstamos como hicieron con Macri. Por ahora bancan a Milei desde el discurso, inclusive se empalagan declarándolo “su presidente”. El empresariado actúa desplegando su particular atributo: apoyar políticamente a quien más le conviene, sin perder de vista su único y verdadero fin: potenciar su tasa de ganancia y seguir modelando al país en función de ese objetivo estratégico. Sin embargo, las esperadas inversiones siguen bien guardadas, tanto las de los grandes de Wall Street como de la burguesía local. La derecha actúa y reacciona como siempre, ajuste a los trabajadores y clases medias, enajenación del patrimonio del Estado y de los recursos naturales a favor de las corporaciones capitalistas internacionales, y represión a la protesta y luchas sociales y culturales.
La sucesión de derrotas parlamentarias y el reinicio de manifestaciones públicas van desnudando las lacerantes consecuencias sociales que sufren vastísimos sectores del pueblo. El sentido de un apaleamiento tan cruel a los jubilados como el ejecutado en el Congreso tuvo como propósito principal generar imágenes que sirvan de disuasivo disciplinador ante las previsibles futuras expresiones callejeras. El viejo recurso de paralizar a la sociedad mediante el miedo. Si nos atenemos a la historia reciente, tendríamos que concluir que la derecha está desplegando una acción política tan injusta como temeraria, con resultado muy incierto. La oposición de la sociedad repone abruptamente el antiguo aserto político: los planes de ajuste no cierran sin represión. Todo indica que el conflicto social crecerá considerando que la mayoría de los trabajadores están sometidos a la pérdida de salario, incluyendo los de mayores ingresos ahora castigados con la reposición del impuesto a las Ganancias. El aumento de tarifas de luz, gas y transporte resulta insoportable para la mayoría de las economías familiares, y ni que hablar de la miserabilidad de las jubilaciones, ahora agravadas por el encarecimiento infame de los precios de los medicamentos. Esta parte de la escena política se complementa con la crisis al interior de La Libertad Avanza, tanto en el Parlamento como en el Gobierno.
El mileismo intenta cerrar la crisis del bloque exhibiendo sus rasgos violentos y pornográficos con el afán de ocultar la verdadera causa: la aversión de la mayoría de la sociedad a los represores genocidas de la dictadura condenados por la justicia. El rechazo es tanto político-ideológico como humanístico. Expresa el crecimiento de la conciencia de nuestro pueblo forjado a lo largo de los 40 años de democracia bajo el ejemplo y la inspiración de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Se trata de la vivencia y experiencia de la sociedad democrática, incrustada en el imaginario colectivo de que no se debe volver a las tinieblas de secuestros, robos de niños, campos de la muerte, torturas y asesinatos masivos. Son los 30 mil que no pueden ser borrados ni manchados por los actuales ultraderechistas inspirados en “teorías” neonazis, ahora lanzados a perdonar y relegitimar a los ejecutores siniestros del videlismo. La vicepresidenta resulta ser su ideóloga y conductora. En suma, el disloque del bloque derechista solo se explica por el amplísimo rechazo de la sociedad. Si no hubiera una clara percepción de este elemento, los grandes medios lo hubieran ninguneado o tapado con cualquiera de sus falacias teatralizadas, que imponen en la agenda a través de su fenomenal red de comunicadores estrella, ya transformados en propagandistas de los poderosos de turno. Eso sí, su sensación de inmunidad moral por su pertenencia a los dueños del poder real, no les impide ocultar y relativizar todo lo concerniente a la impunidad de los inspiradores ideológicos y financistas del atentado a Cristina Kirchner y mucho menos decir la verdad acerca de la negación absoluta de justicia por parte del capuchettismo que inficiona a la propia cabeza del poder judicial.
Por su parte, mientras el gobierno se alista a reglamentar una reforma laboral regresiva para los y las trabajadoras, el vocero presidencial, M. Adorni, se encargó de aclarar cuál es su convicción ideológica: “estamos a favor de la libre contratación y que las partes puedan pactar las mejores condiciones, incluso si fuese una jornada laboral de 12 horas”. Se confirma que la gestión de Milei pretende llevar a la Argentina al siglo XIX. Su visión no solo es pre peronista, sino también previa a las luchas y conquistas políticas y sindicales de la primera mitad del siglo XX. En términos simbólicos nos remite a los Mártires de Chicago que luchaban por la jornada de 8 horas. Cumplidos 8 meses de gobierno, el panorama político y social estará marcado por la contradicción entre el empecinamiento libertario thatcheriano y, por otro lado, las previstas movilizaciones universitarias contra el ajuste a las altas casas de estudio; y de jubilados y trabajadores que se proponen juntar un millón de firmas contra el veto presidencial. En suma, “El Empecinado” seguirá encontrando cada vez más obstáculos por su impacto negativo en la vida de la sociedad argentina.
La sucesión de derrotas parlamentarias va impactando en el corazón del proyecto presidencial. Su violenta reacción expresa la imposibilidad ideológica de convivir en un sistema democrático donde es natural por las diversidades que expresan a la sociedad que coexistan triunfos con derrotas. Milei descalificó a los congresales acusándolos de “populismo demagógico” y “basura deshonesta”, por su voto mayoritario a la ley de jubilaciones, que impugnó por su carácter “irresponsable, ilegal e inconstitucional”. El argumento es tan primitivo como insostenible. Como lo que vota el parlamento va en contra de sus deseos, resultaría ser ilegal, y por qué no, inconstitucional.
¿Nadie se anima a decirle al presidente cómo funciona la división de poderes, su separación y equilibrio entre ellos, definida por Montesquieu hace tres siglos? Ese fundamento garantiza la libertad política y evita abusos de poder mediante el control recíproco. Pero la reacción autoritaria no terminó allí: Milei afirmó que el modestísimo aumento a los jubilados “es exorbitante”.
Coronó su diatriba con “veto todo, me importa tres carajos”. Pero faltaba la entrada en escena de M. Macri, quien luego de ordenarles a sus senadores que voten a favor del aumento jubilatorio, pegó una voltereta declarando que apoyaba el veto de Milei a la ley. El jefe amarillo demuestra su desconcierto y su pragmatismo oportunista.
Estos oleajes en el Parlamento y en la escena política, reflejan un contexto social y económico que se agrava día tras día. Con una pobreza que sólo en el primer trimestre del año alcanzó el 55%, según el INDEC y la UCA, o sea 25,5 millones de personas de las cuales 9 millones son indigentes, es decir, que pasan hambre. Estos datos se corresponden inevitablemente con el desplome de la actividad económica que, según el EMAE, arroja un patético 3,9 de caída interanual a junio 2024. Estas fisuras políticas amenazan con transformarse en fosas infranqueables, dejando atrás los acuerdos entre el bloque libertario – PRO y amigables, que posibilitaron el voto y la sanción de la oprobiosa Ley Bases, con su neocolonial RIGI, las facultades delegadas a favor de un presidente que se proclamaba destructor del Estado, y el paquete fiscal que, entre otras medidas, inventó un blanqueo con beneficios inéditos para evasores y fugadores, gravó el ingreso de 850 mil trabajadores de la cuarta categoría y simultáneamente bajó la alícuota del impuesto a los bienes personales. Se trata de un caso extraordinario, por su impudicia y crueldad, de transferencia de ingresos de un sector de la clase media a favor de los núcleos más ricos del país.
Las tensiones circunstanciales en el entramado político de la derecha y la ultra derecha no son la expresión de discrepancias ideológicas ni de los intereses que representan. Las claves de esta transmutación no se pueden comprender analizando las peleas de palacio, sino por el impacto en la sociedad de la política económica, que va despertando un creciente rechazo en una parte mayoritaria del pueblo y el abandono de la expectativa esperanzada en otras franjas de la ciudadanía.
Por otra parte, se hace cada vez más evidente el daño que genera el chantaje con el uso de los recursos públicos que el Poder Ejecutivo niega o retacea a las provincias, aunque en ciertos casos, permuta fondos por votos en el congreso. En el Parlamento va creciendo el peso del bloque de Unión por la Patria que, amén de la derrota electoral de noviembre del 2023, sostiene su unidad logrando frenar iniciativas de Milei, como el despropósito de los 100 mil millones de pesos para la SIDE, la composición de la Comisión Bicameral de Inteligencia en el Senado, cuya integración quedó para la oposición, la media sanción al proyecto de presupuesto universitario y la recomposición de las jubilaciones y pensiones. Estas cuatro derrotas parlamentarias han sido letales para las políticas y el amor propio de Milei. No solo por la seguidilla, sino por las mayorías legislativas con las que se impusieron y por la magnitud presupuestaria de los temas tratados.
La legitimidad de origen del gobierno, emergente de la elección presidencial, va perdiendo fuerza en el ejercicio de la gestión: ministros que no tienen la menor experiencia en su disciplina y legisladores ignotos, imbuidos de ideologías propias de fanáticos de ultra derecha que reivindican y visitan en los penales a genocidas condenados. Aquello de que “algo huele mal en Dinamarca” va quedando corto ante el hedor nauseabundo que despiden los escándalos de estos “diputados” libertarios.
La discusión sobre la movilidad jubilatoria es siempre compleja por la cantidad de recursos que significan para las cuentas públicas y por lo relevante que es para la vida de quienes deberían tener remuneraciones dignas por sus años de trabajo. En esa relación, el paradigma siempre debe ser el de mejora de la vida y no el recorte ajustador. No es comparable vetar el 82 por ciento móvil practicado por Cristina cuando las jubilaciones eran las más altas de Latinoamérica, se crearon programas de entrega de medicamentos y se desplegaba una amplia acción de asistencia que incluyó a más de tres millones de personas, mayoritariamente mujeres. Otra muy distinta es la negación mileista de recomposición de los haberes a valores anteriores a una devaluación récord del 118 por ciento y el desmantelamiento de la política de medicamentos gratuitos. Más aún cuando esos fondos pueden salir eliminando la reducción que hizo el Gobierno al impuesto a los bienes personales para beneficiar a los ricos. No se trata solo del dogma fiscalista que guía al presidente, sino de pura crueldad para los millones de trabajadores jubilados. Recordemos que para este gobierno las jubilaciones deben ser un negocio privado de capitalistas, lo contrario a la visión de que se trata de un derecho de trabajadores que el Estado debe garantizar por el aporte que hicieron durante su vida.
El presidente advierte que vetará la ley, sin embargo, si atendemos a la experiencia histórica, esta decisión puede transformarse en un límite para los ajustados, para las fuerzas políticas, las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y tantos ciudadanos que aspiran a una Argentina más justa y solidaria.
Los supermillonarios del gran empresariado continúan celebrando a “su Presidente”. El anfitrión, Mario Grinman, se fundió en un abrazo en el lobby del Palace Alvear, el lujoso hotel emblema de la rancia aristocracia otrora ganadera, y ahora de financistas de la city y Wall Street y monopolistas del petróleo, la alimentación y diversos poli rubros de los sectores concentrados. El Presidente de la Cámara Argentina de Comercios y Servicios (CAC) es afecto a las frases célebres. Así es que recientemente pontificó que los argentinos transitamos por “una recesión con esperanza”, sin importarle el hecho evidente de que la recesión lo único que trae es desesperanza.
En la apertura del Council of The Americas no pudo con su afán profético: “numerosas empresas sufren caída de las ventas, muchos asalariados hacen malabares, pero el rumbo es correcto”, para concluir con otra oración para la posteridad: “es imprescindible la reconstrucción moral de la Argentina”. Una traducción elemental de su fraseología sería: no importa que las Pymes estén en caída libre, mucho menos que en seis meses Milei fabricó 200 mil desempleados y 4.700.000 nuevos pobres, sin reparar que parte de ellos, tanto niñas y niños como adultos, no pueden alimentarse, o sea, que pasan hambre. Ninguna de esas penurias humanas debe ser asumida por los empresarios. Su verba venía precedida por la del Doctor Funes de Rioja, quien si bien no tiene aspiraciones literarias, es consecuente en sus ideas pragmáticas en defensa de otro de los paradigmas sagrados de esos núcleos del gran empresariado: potenciar al infinito las tasas de ganancias de sus corporaciones.
El lobista de la UIA reclamó apurar las reformas impositivas. No se cansa de repetir esa cantinela en todas las épocas y gobiernos, cuya traducción también resulta muy elemental: “nosotros no queremos pagar ningún impuesto. Todos por igual, millonarios y menesterosos, paguemos el mismo IVA; que los asalariados de la cuarta categoría tributen ganancias para que nuestra alícuota de bienes personales baje a casi nada”. Si como resultante de esta política tributaria “moderna” el Estado no tiene recursos para pagarle a maestras, profesores, científicas, médicas, enfermeras, fuerzas de seguridad, empleados públicos, como así también, provoca la clausura de la obra pública; tampoco es nuestro problema. El presidente Milei, en tanto, no se privó de proferir su habitual diatriba contra los economistas del círculo rojo, quienes la ven cada vez más negra. Ya que estaba lanzado en tierra amiga y aplausos asegurados, se mandó con un bolazo tan irresponsable como fantástico: “el consumo está rebotando, subieron un 40% las ventas minoristas”.
Entre tantas falacias, tonterías y mediocridades, la presidenta y CEO del Council, Susan Segal, una reconocida representante de los inversores de Estados Unidos; manifestó un potente apoyo a Milei. Su declaración superó todo lo esperado, ya que colocó al Presidente argentino en el podio de los grandes estadistas del universo: “su convocatoria es enorme, no solo en la Argentina, sino en el mundo entero”. “Estoy trabajando (sic) con Argentina hace 40 años, y la charla que dio hoy el Presidente es una de las mejores que he escuchado ¡tiene visión!”. Ante tanta vocación por exaltar a Milei, la CEO se desbarrancó afirmando que “hay muchos inversores interesados en Argentina”. No aclaró porqué ninguno de esos señores no trajo ni un verde a este paraíso. Terminó con una confesión: “Argentina tiene lo que necesita el mundo (o sea ellos), alimentos, minerales, no solo los normales sino cobre y litio, muy críticos para el futuro. Concluye su irrefrenable enumeración: “tiene gas, petróleo y también energía renovable”. La frutilla del postre de la súper lobista fue la de siempre: “Cuba y Venezuela no tienen nuestros valores”. Ya resulta muy evidente que para desplegar esta política sustentada por las corporaciones extranjeras y sus socios subordinados de la burguesía local, cuentan con la aquiescencia de los medios de comunicación hegemónicos y sus editorialistas estrellas, ya que en la actual fase no son transmisores de las ideas e intereses del poder, sino que forman parte de él. Son el poder. No trepidan en utilizar cualquier acontecimiento para confundir, con el propósito de ocultar el deterioro que viene infligiendo el plan económico del Gobierno a la gran mayoría del pueblo.
El tratamiento del grave episodio de violencia de género que involucra al ex presidente A. Fernández, no tiene como verdadero propósito proteger a la víctima ni que se imparta justicia. La cobertura de los grandes medios es funcional al objetivo de Milei, su hermana en jefe y la vice presidenta videlo-masserista: enlodar y desprestigiar las políticas de género y de apoyo a la causa feminista, uno de los fenómenos de progreso más trascedentes de la época. Esta conducta culturalmente oscurantista está indisolublemente unida al rechazo ideológico e institucional a la reivindicación de los derechos humanos y a la ya consagrada idea en la sociedad de Memoria, Verdad y Justicia.
En suma, los acontecimientos van desnudando la conformación del actual esquema de poder, ya despojado de cierto pudor, que tuvieron al inicio del Gobierno: los grandes empresarios locales, los financistas de Wall Street, sus voceros de los medios de comunicación hegemónicos, las fuerzas políticas del contubernio LLA-PRO, y los otros seguidores/as que se “amigan” votándole alguna de sus leyes que atentan contra la vida del pueblo y la soberanía económica y política. Un ejemplo de ello es el RIGI, propio de un virreinato colonial, y la Ley de Esencialidad que restringe el derecho de huelga de los docentes, violando nuestra constitución y tratados internacionales. La fenomenal campaña ideológica y mediática no frenará la protesta y la respuesta de la sociedad frente a la agresión a la vida de las mayorías sociales y la claudicación ante los poderes económicos. Sin embargo, se debe asumir en plenitud la debilidad de la oposición. Se impone articular una nueva perspectiva política que no solo amalgame la inevitable reacción social, sino que presente un núcleo de ideas y un programa auténticamente democrático, popular y progresista que vislumbre la conformación de un nuevo polo político, amplio y renovado, que encauce las luchas por venir.
El fracaso económico del gobierno libertario es notorio para la vida del pueblo. La situación “lograda” es irrefutable: caída de la producción, baja del consumo, altas tasas de desempleo y severa recesión. En síntesis, pobreza generalizada tanto de los núcleos humildes como de las clases medias. Las correcciones a la baja del PBI (del 2,5 % al 3,5%) anticipadas por el FMI y el Banco Mundial, indican el tamaño del daño de la política anarco libertaria. Los dogmáticos objetivos de emisión cero y superávit fiscal en base a un ajuste irrefrenable, no solo generan pobreza y desempleo, sino también una caída en la actividad industrial del 16,6% en el semestre, lo cual va mutilando al sistema productivo, reconvirtiendo al país en el modelo diseñado por Martínez de Hoz y luego seguido por Carlos Menem.
No podía ser de otra manera. El ajuste más grande de la historia universal no podía tener otros resultados ya que lo que genera es su verdadero propósito. El gobierno lo sabe y lo supo siempre. Sin embargo, las pérdidas de las mayorías sociales para el establishment son ganancias. En tal sentido, Paolo Rocca, el líder político del gran empresariado declaró recientemente “fuimos demasiado optimistas al pensar que se podía hacer en el corto plazo” pero “tenemos muchas esperanzas en el nuevo presidente”. Como siempre lo más perturbador para AEA, la UIA, la SRA y Amcham es la resistencia social, lo cual inevitablemente retumba en el parlamento, ya que allí el bloque de Unión por la Patria se mantiene firme y algunos otros bloques son susceptibles a la demanda del electorado, muy particularmente cuando se manifiesta en las plazas y en la calles.
El gravísimo cuadro social y su tendencia a empeorar es relativizado por los medios de comunicación hegemónicos. Un caso que desnuda esta conducta cómplice e inmoral es el de la visita de 6 legisladores de La Libertad Avanza a torturadores, asesinos, a quienes robaron niños para inmediatamente tirar desde los aviones a sus jóvenes madres, practicaron la desaparición de personas y dirigían campos clandestinos de tortura y muerte. Prefieren instalar en la agenda otros temas, oxigenando al gobierno, siguiendo la señal indicativa de los grandes empresarios: Rocca, Eurnekian, Magnetto, Pagani, Braun, Elsztain, Saguier y Galperín; todos decididos a sostener la aventura del presidente libertario. Relativizan tanto la visita a los genocidas, como el dramático contexto social y económico. Este modo de presentar la realidad tiene un claro propósito político: atenuar el ánimo social sobre las consecuencias de las políticas económicas del gobierno. La práctica de la desfiguración se sustenta en la negación de la verdad, despreciando a la opinión pública. Los medios imponen una agenda monotemática y sesgada evitando que los problemas acuciantes de la vida ciudadana se reflejen en la comunicación. Al mismo tiempo se proponen condicionar la agenda política con la remanida práctica de culpabilizar al gobierno anterior, allanando el camino de la batalla cultural que disputan Milei y Villarruel contra cualquier sentido colectivo, democrático y feminista, siempre estigmatizando al peronismo, a la izquierda popular, a socialistas, keynesianos y toda perspectiva progresista.
El tratamiento amarillista de la desaparición del niño Loan, de las elecciones en Venezuela y ahora la denuncia de violencia de género contra el ex Presidente de la Nación fueron y van ocupando la totalidad de la atención de los medios de comunicación. Se trata de que “se hable” de todas esas cuestiones cargadas de estridencia y espectacularidad, y que “no se hable” de los verdaderos culpables de los 25,5 millones de pobres, los supermillonarios de los grupos económicos con sus ganancias y exhibicionismos pornográficos. La cobertura de la causa contra A. Fernández por violencia de género no tiene como verdadero propósito proteger a la víctima y que se imparta justicia en el marco del debido proceso. Todo indica que su verdadero objetivo es cuestionar y ensuciar las políticas inspiradas en el feminismo de protección a la mujer y complementariamente atacar la política de derechos humanos. Se trata de un aprovechamiento oportunista e inmoral de una grave situación de violencia contra la mujer. Quienes ahora se presentan como justicieros son quienes siempre se opusieron con pertinacia a la interrupción voluntaria del embarazo, a la Educación Sexual Integral, la creación del Ministerio de la Mujer e inclusive son los que ahora se proponen eliminar un logro notable de la sociedad democrática: la incorporación de la figura del femicidio, que votamos el 14 de noviembre de 2012, sancionando la forma más extrema de la violencia contra la mujer con prisión perpetua.
Mientras tanto el gobierno se propone avanzar vertiginosamente con las privatizaciones y las denominadas reformas laborales aprobadas en el parlamento por el oficialismo y otros bloques “amigables” quienes votaron las facultades delegadas y la Ley Bases con el argumento de otorgar “gobernabilidad”. Por su parte, se manifiestan importantes reacciones sociales como la movilización de decenas de miles de personas el Día de San Cayetano, los paros de la docencia universitaria frente al congelamiento de sus salarios, y de diversos gremios en lucha por defender sus ingresos.
Todos sabían que ocurriría. La oposición al Presidente Milei se empeñó en declararlo y denunciarlo desde el primer día, y el gobierno y sus aliados de la derecha conservadora lo relativizaban y ocultaban. Las consecuencias sociales del “plan de ajuste más grande de la historia” son catastróficas para la vida de la gran mayoría del pueblo y para la Nación como comunidad político-cultural.
No debiera sorprender, ya que la aplicación de estas ideas propias de la “moderna” derecha thatcheriana, siempre generó similares resultados. Cierto es que desde el primer discurso presidencial, de espaldas al Congreso, al que luego denigraría calificándolo de “nido de ratas”, explicitó que se aplicaría un programa extremo de destrucción del Estado, reduciendo o eliminando sus funciones sociales, educativas, de fomento a la industria nacional, ajuste de los salarios públicos y privados, incluyendo un severo recorte a las jubilaciones.
El argumento principal no tenía ninguna originalidad, reiteraba la idea macrista de la “herencia recibida”, ahora mutada “al desastre kirchnerista”, con el agregado de que la decadencia venía desde un siglo atrás, a partir del primer gobierno surgido de la ley del sufragio secreto, universal y obligatorio (con la exclusión de la mujer).
La ultraderecha mileista, seguida por la otra vertiente del PRO, se proponía refundar la Nación, instaurando un proyecto político, económico y cultural de subordinación a EEUU, la gran potencia capitalista de la época; asumiendo la línea ultraísta inspirada en la marginal escuela austríaca, aggiornada a conceptos políticos y económicos neocoloniales, junto a un componente de irracionalismo cultural y científico.
Sus hitos principales e inmediatos fueron el DNU 70/23, que restringió al funcionamiento democrático, y la súper devaluación del 118%, reclamada por el antiquísimo partido devaluador con su inevitable impacto en los precios.
Decíamos que era esperable una caída de los indicadores sociales; sin embargo, la radicalidad deliberada de la actual fase del proyecto de las corporaciones empresarias y sus partidos políticos subordinados, fueron generando un impacto destructivo en el tejido social, con consecuencias dramáticas para la vida ciudadana.
Según la EPH (encuesta permanente de hogares) del Indec, la pobreza creció violentamente, alcanzando al 54,8% de las personas, de ese total el 20,3% están en situación de indigencia, o sea que pasan hambre. Si los símbolos porcentuales los expresamos en seres humanos, veremos que equivalen a 25,5 millones de personas, de las cuales 9 millones carecen de ingresos para adquirir alimentos básicos, se evidencia la violencia de la destrucción del trabajo y los ingresos de millones de personas: los nuevos pobres alcanzan los 4,7 millones. Pero hay más: sobre 11 millones de menores de 14 años, 7,7 millones viven en hogares pobres, de los cuales 3.300.000 pasan hambre.
Estos datos arrasadores incluyen a la “rica ciudad capital” donde la pobreza alcanzó, en el primer trimestre, a 1.083.000 personas y la indigencia a 472.000 de seres humanos.
En suma, la pobreza y el hambre son el fruto más amargo del proyecto de la ultraderecha, pero los guarismos muestran el poder destructivo del modelo, que arrastra también a la industria a una caída vertical, con sus graves consecuencias para la vida y el trabajo, muy particularmente para las pequeñas empresas, responsables de la mayor generación de trabajo y riqueza. En esta cuestión crucial del empleo, en los primeros 6 meses de Milei se redujo en 612.000 el número de trabajadores aportantes a los regímenes de seguridad social como consecuencia de las cesantías, o pase a la informalidad.
En sólo 7 meses de gobierno libertario-PRO y aledaños que votan “gobernabilidad”, la amenaza de la pérdida de trabajo se va transformando en realidad para cientos de miles de ciudadanos/as.
Pero las corporaciones empresarias van por más desde la convicción de que es el momento político oportuno para avanzar sobre los derechos de los trabajadores. Desde el fondo de los tiempos reclaman y exigen “modernizar la legislación laboral”, así editorializaba La Nación allá por el 26/04/16.
Lo interesante de traer al presente esa nota doctrinaria es la constatación del clásico argumento: “la legislación actual genera aumento del costo laboral y mayor riesgo empresario”, critica a las paritarias y al sindicato único por actividad y demanda descentralizar las negociaciones y llevarlas a nivel de empresas.
Corona su postura “doctrinaria” criticando al dictador Onganía por su concesión de las obras sociales a los sindicatos y se ataja de posibles modificaciones de la “legislación del trabajo logrados por el incansable diputado Héctor Recalde”. Como vemos, la acción del lobista F. de Rioja, la UIA, AEA, la CAC, y sus legisladores pro-empresa no aportan nada novedoso. “El incansable Recalde” sigue con lo suyo incansablemente y los empresarios siempre van por más riqueza con Lavoisier como estandarte: nada se pierde, todo se “les” transfiere.
Los retos del presente de los sectores populares y progresistas son enormes, y demandan de grandeza y audacia intelectual para crear nuevas respuestas ante estos desafíos, distintos a las experiencias anteriores. Resulta vital y urgente, no solo avanzar en la construcción de un polo político amplísimo y unitario, sino también, elaborar y presentar a la sociedad un cuerpo de ideas y un programa básico que enfrente la emergencia del drama social, educativo, industrial, cultural y de destrucción de nuestra soberanía como Nación.
Se trata de recuperar los valores humanistas y solidarios, enfrentando la cultura de lo individual como proyecto de vida y de la sociedad. Los sectores medios, muchos de los cuales también sufren las consecuencias de esta política, y otros núcleos que logran sostener sus niveles de vida, deben afirmarse en un ideario fraternal y comprensivo hacia los millones de humildes, particularmente castigados por el mileismo y las otras expresiones conservadoras. La derecha se propone, como siempre, arrastrar a las clases medias al lugar político de lo antipopular, del antiperonismo y antizquierdismo cerril, ahora con el agregado del odio.
El pueblo argentino superará esta instancia histórica, sobre la base de recuperar y potenciar lo mejor de nuestros valores democráticos y humanistas, provenientes de los diversos afluentes políticos y culturales.
Tenía que ocurrir. La Vicepresidenta de la Nación decidió medrar con el viejo falsete nacionalista, cuya verdadera esencia está en la antítesis de su diatriba. En realidad, no defiende ni a la nación, ni al pueblo, ni a la soberanía, ni a nuestra historia y valores culturales. Se trata de una perorata demagógica que desprecia y subestima a la opinión pública. Villarruel fue directo contra la nación francesa enrostrándole su histórico carácter colonialista, y ya que estaba, se presentó como defensora de la negritud y la condición originaria de importantes protagonistas de la historia argentina, a los que jamás mencionó en sus discursos. Para quedar bien con todos, no olvidó hacer referencia a la diversidad étnica que conformó nuestro país, faltó que exprese su reconocimiento al mentado “crisol de razas”. Claro que el elemento efectista principal fue su apoyo irrestricto a Enzo Fernández y la Selección, explicitando una burda maniobra por asociar su figura a un grupo humano tan querido por nuestro pueblo. Todo muy vulgar y evidente. Sin embargo, su patriada blanquiceleste y su actitud anti imperial no duró nada. Al otro día, el Poder Ejecutivo la desmintió ante la Embajada de Francia. La hermana presidencial, en otro gesto más propio de una interna de palacio que de una acción diplomática, salió corriendo a pedir disculpas al embajador francés, ahora transformado inesperadamente en arquetipo del colonialismo. Más allá de esta bochornosa telenovela, lo más importante es que las declaraciones de Villarruel implican una ignominiosa malversación del concepto de lo nacional y más aún, de lo colonial.
Estos personajes de nuestro presente político intentan montarse en una artificiosa polémica con el propósito de mostrarse “bien argentinos”, abanderados de anti coloniales y anti racistas. ¿Pero acaso el RIGI no es un estatuto neocolonial? La cuestión de nuestros recursos naturales, como la minería, expresa un rasgo colonial de todos los tiempos. El extractivismo de oro y plata fue el negocio principal de más de tres siglos de dominación durante el Virreinato en el Alto Perú y todo el continente, que, si bien adquiere nuevos formatos, comparte la misma raíz: la subordinación a las grandes corporaciones, más allá de los devaneos expresivos de la Vicepresidenta contra Francia, valiéndose de nuestros futbolistas, a quienes no les hace falta el apoyo de semejante personaje.
El gobierno Milei-Villarruel se propone ceder graciosamente la explotación de nuestros recursos naturales a las empresas de potencias extranjeras, con las que se alinea en conflictos bélicos ultramarinos de los más candentes y peligrosos. El presidente se complace de la visita del Canciller británico a nuestras Islas Malvinas, principal enclave colonial en esta parte del mundo, manifestando que “hubo una guerra y nos tocó perder”, de allí que está todo en “su derecho”. De toda esta verdadera cuestión de soberanía e interés nacional, a la vicepresidenta futbolera no se le escuchó decir nunca una sola palabra.
La intención de aparecer ante el pueblo como líderes de un proyecto nacional y anticolonial es un vulgar contrasentido. Tanto Milei como Villarruel son retoños de dos modelos políticos que llevaron a cabo implacablemente el proyecto del imperialismo norteamericano: la dictadura, y el menemismo surgido del voto ciudadano. Ambos cultores de las relaciones carnales con las potencias hegemónicas. Fueron estos los procesos que más daño humano, social y económico le hicieron a la Argentina, por su cesión de soberanía y la entrega más grande y corrupta del patrimonio nacional acumulado a lo largo de siglo XX.
El propio Martínez de Hoz lo reconoce en un reportaje realizado por Felipe Pigna en 1995, pleno menemismo. El ministro de la dictadura explica que un gobierno de facto tiene restricciones para aplicar su ideología y coloca como ejemplo a su admirada Margaret Thatcher. Concluye que el presidente Menem tuvo la decisión política para llevarlo hasta el fin, fortalecido por la legitimidad del voto. En suma, el programa de Martínez de Hoz, el de Menem y el de Milei comparten la misma raíz ideológica y representan los mismos intereses económicos. De allí que los tres fueron defendidos por las organizaciones empresariales. Villarruel se forjó ideológicamente en la defensa de los genocidas, cuyas violencias tenían el propósito político de impedir toda oposición al proyecto de Martínez de Hoz. La Vice, con sus conspiraciones, es la jefa política del grupo de diputados que fueron a visitar a uno de los más crueles representantes del genocidio: Alfredo Astiz, un marino que al primer tiro bajó la bandera y se rindió. Así que el único nacionalismo que representa Villarruel es el que heredó de esa camada pro colonial. De allí que reivindica la dictadura y a sus jefes Videla y Massera. Milei, si bien se presenta como expresión moderna de una corriente económica pretérita y marginal, la Escuela Austriaca; es un auténtico amante del menemismo, su reforma del Estado, sus privatizaciones, desregulación económica e inevitable sumisión a los Estados Unidos, por más novedoso que quiera parecer con su peluca anarco libertaria. De allí su copia de las relaciones carnales, ahora bajo la advocación de M. Thatcher.
Una verdadera concepción política de la defensa nacional que incluya un auténtico rasgo anticolonial, se debe sustentar en principios arraigados en nuestra historia y valores democráticos; y no en una falsa polémica a partir de la Selección Argentina. Con ese propósito debemos inspirarnos en el legado de los fundadores revolucionarios de Mayo y Julio: M. Belgrano, M. Moreno, J.J Castelli, Monteagudo y, seguramente el más determinante, José de San Martín. La defensa de los intereses de la Patria, debe pasar por el desarrollo de su matriz productiva, la valorización de las empresas públicas, la defensa irrestricta de nuestro territorio, nuestros ríos y nuestro mar, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, de la educación pública y de nuestra riquísima cultura nacional, en beneficio de la vida de nuestro pueblo y no de las potencias extranjeras. La nación es su pueblo, su historia, su cultura y sus recursos naturales. Esos valores representan nuestra soberanía nacional. Siempre habrá cipayos y siempre un pueblo que defenderá su soberanía.
Era previsible. Las brumas del Pacto de Mayo firmado una madrugada de julio, se disiparon con los primeros aires de la mañana tucumana. Los 18 gobernadores que se prestaron a la foto histórica se fueron escabullendo lo antes posible. No tardarán en arrepentirse de su decisión de “otorgarle gobernabilidad y darle las herramientas” a este presidente de ultraderecha, quien les dijo que su misión más trascendente es destruir al Estado y hacer el ajuste más grande del mundo, todo sazonado con aquel “los voy a mear”. Varios de ellos justifican su conducta argumentando que no tuvieron alternativa ante el chantaje económico, consecuentemente se subordinaron, esperanzados de que el Presidente y el Jefe de Gabinete cumplirá su compromiso de entregarles fondos para terminar alguna ruta o solventar sus cajas de previsión. Lo cierto es que el FONID sigue cerrado, sometiendo a sus docentes a una penosa pérdida de ingresos, mientras la obra pública nacional continúa clausurada, con su secuela de desocupación y atraso.
Sin embargo, los 18 gobernadores de la noche tucumana asistieron al “histórico” anuncio de la segunda fase luego del “triunfazo” legislativo de la Ley Base, la cual muchos de ellos, oficialistas y amigables, contribuyeron con el voto de sus legisladores. El consuelo de los firmantes fue que se salvaron del desfile castrense teñido por el despliegue de carapintadas, golpistas y ex combatientes; de un presidente que actúa como tributario de la corona británica, afirmando que “hubo una guerra y nos tocó perder”. De allí que a la periodista de la BBC londinense le dijo sin ruborizarse “el territorio de Malvinas hoy está en manos del Reino Unido”, tiene “todo el derecho de que su canciller lo visite”. El presidente se dio el lujo de subirse a un tanque con su vice Villarruel, con quien comparten admiraciones: ella al dictador genocida J.R. Videla y él a Margaret Thatcher, cuya foto nos mira desde su despacho presidencial. Ante esta conducta de sumisión del gobierno mileista, el otrora gran imperio ahora en franca decadencia se agranda, decidiendo ampliar la zona de exclusión alrededor de “sus islas”. Todo indica que a los pactistas estas cuestiones sobre nuestra soberanía nada le importan.
Quienes expresaron su fuerte apoyo fueron los representantes del gran empresariado, tanto local como extranjero: El Grupo de los Seis, ADEBA, Bolsa de Comercio, Cámara de Comercio y de la Construcción, SRA, IDEA, UIA, CAME y COPAL. No faltó nadie. Todos los supermillonarios celebraron el acuerdo. Su apoyo político se expresa con una diplomacia que oculta sus verdaderos deseos por gritar: ¡Gracias por el RIGI, las reformas laborales, el blanqueo de todo lo que fugamos, la rebaja del impuesto a nuestros sagrados bienes personales, y el traspaso de ese costo a los 800 mil “giles” que tendrán que volver atributar! Finalizado el globo del Pacto y el desfile militar, sobrevino lo inevitable: la realidad económica y social con sus banquinazos cada vez más violentos. Los indicadores del lado de las víctimas del modelo austríaco, que los mercados compraron a precio de ganga, desmejoran dramáticamente: 25 millones de pobres, 7,5 millones de indigentes, o sea personas que pasan hambre, 9 mil Pymes cerradas en 6 meses, el desempleo llegando al fatídico numero del 10%, los asalariados perdiendo en medio año un 19% de sus ingresos, los jubilados sometidos a un ajuste del 28% de sus magros haberes y las clases medias en caída libre. Un ejemplo elocuente es el de la CABA: si bien sus indicadores sociales son menos malos que los de otras provincias, sobre una población de 3.120.000 habitantes tiene 1.083.000 pobres, de los cuales 155 mil son nuevos. Esa catástrofe social se nutre del retroceso de la clase media que cae del 40% a 37% (Dirección Estadísticas y Censos). El dato de la indigencia también es oprobioso: 472.000 personas viven en esa condición, y la pobreza infantil llegó al 44% de los menores de 17 años. El primo Macri guarda silencio.
En el otro polo observamos que los mercados y el Fondo no solo no le creen a Caputo ni a Milei, sino que le exigen abiertamente que conduzca el modelo por otro rumbo más ortodoxo aún: una devaluación, asumiendo que se incrementarán los precios y una nueva confiscación de salarios y jubilaciones. Con ese propósito se valen de su viejo apotegma: el pez por la city muere. Disparan el dólar ilegal y los grandes medios ofician de claque. Lo hacen con los gobiernos populares, pero no trepidan en aplicarlo a los suyos, como el actual. Lo que ya sabemos es que las salidas de las crisis desde la city nunca son a favor del pueblo. El tema central desde las mayorías sociales y políticas es el cambio radical del modelo. No hay solución asumiendo la imposibilidad frente a los poderes económicos. La historia reciente demuestra que esa línea termina mal. En la actualidad llevó a la desilusión, al crecimiento de la desconfianza en los políticos y a esperanzarse con mesianismos de ultraderecha. Se trata de redistribuir efectivamente ingresos y riquezas. Resulta inevitable, entonces, definir de donde saldrán los recursos para atender la actual emergencia de la deuda social.
Así las cosas, a este Terminator, que viene de un pasado olvidado y marginal de la escuela austríaca, a la que el capitalismo nunca le dio pista para aplicar sus teorizaciones, no le va quedando más que despotricar contra “la conspiración internacional” de socialistas, comunistas, populistas, keynesianos y ahora también el culpable del atentado a D. Trump. El Terminator criollo viaja por el mundo en visitas privadas, tras su temerario propósito de impedir la debacle universal que sobrevendrá por la acción del “socialismo empobrecedor” que recorre el planeta frustrando al “capitalismo creador, que siempre ha generado libertad y felicidad”. No debiéramos soslayar el tema de la oposición. Resulta imprescindible que el distanciamiento y rechazo creciente al gobierno encuentre una nueva perspectiva política, no sólo declarativa, sino con un cuerpo de ideas y un programa auténticamente popular y progresista. Una propuesta alimentada de la savia popular, desde aquel subsuelo de la patria, a las clases medias progresistas, protagonistas de las recientes manifestaciones en defensa de la escuela y la universidad pública más grande de la historia.
Estaba cantado, el gobierno salió de festejo por su “triunfo” parlamentario con el afán de instalar que su empuje político es indetenible, consecuentemente, en los próximos días y meses potenciará su plan “contra la casta”. La ley finalmente fue votada, aunque dejó en el camino una parte sustancial de sus pretensiones, lo cual restringirá las herramientas económicas y políticas previstas para avanzar aún más en su proyecto del “ajuste más grande del mundo” que va erosionando la vida de la mayoría del pueblo. La maniobra propagandística-comunicacional tiene un primer propósito esencial: negar que lo que se proponía imponer en 15 días a partir del envión del resultado electoral; llevó seis meses, detenido y obstaculizado por movilizaciones multitudinarias, paros generales del movimiento obrero, la manifestación más grande de la historia de la comunidad universitaria en defensa de la educación pública, un masivo 8M y un 24 de Marzo enorme en todas las plazas del país.
La foto del día negro en que los legisladores de la derecha y los ultras que gobiernan levantaron sus manos junto a los amigables, no explica ni fundamenta la compleja situación política actual. Los radicales, asumieron abiertamente su subordinación a las políticas de la ultra derecha mileista continuando con la línea conservadora de la era macrista. Otros que integran la partida de amigables, luego de formular discursos críticos, lamentos y falsas emociones decidieron votar la súper ley sustentando el viejo y fracasado argumento del “apaciguamiento”. Abrevaron en el ejemplo de aquel ministro inglés Neville Chamberlain creador de la doctrina de hacer concesiones como fórmula para “tranquilizar a la bestia y evitar males mayores”. El resultado de esta claudicación fue deplorable ya que su consecuencia fue cebar aún más a la barbarie. El apaciguamiento duró un día. Luego del jueves negro, el Presidente advirtió que “irá por más”: anuncia la presentación de un proyecto típico de esta era negadora del más elemental rol del parlamento que proyecta la derogación de 80 leyes “obsoletas e inútiles”, para luego agregar “tenemos 3200 reformas más”. Para tal fin el Presidente volverá a habilitar por tercera vez a Federico Sturzenegger, destinado a ser el brazo ejecutor de las facultades delegadas recientemente. Un Terminator invocado por el presidente, cuya misión, cual “coloso”; será el exterminio de todo lo estatal.
Se desnuda que la actitud de los amigables y dialoguistas en pos de dar gobernabilidad resulta un patético fracaso. Un caso emblemático de la inmoralidad propia del cambalache discepoliano es la del diputado De Loredo. Nuevamente este señor, yerno de Oscar Aguad, conocido en Córdoba como el “milico” por su amistad con el genocida Benjamín Menéndez; hace un jueguito de palabras solo apto para muy incautos en el que critica amargamente “la baja de impuestos a los bienes personales a los más ricos, que tienen la plata afuera, y un patrimonio superior a un millón de dólares”. “Estamos en contra, pero nosotros lo apoyamos porque lo votó la gente”. Un chanta disfrazado de diputado. La realidad política es que como corolario de la votación perdió el pueblo y la democracia como sistema sustentado en valores y principios en pos de la unión nacional, el bienestar general, la justicia con un sentido social, y la libertad e igualdad de los ciudadanos y ciudadanas. La delegación de facultades a este presidente no puede ampararse en el argumento de que ya se hizo en otras oportunidades. Quien hoy ejerce la primera magistratura, declaró públicamente que viene a destruir desde adentro al Estado Nacional, desprecia y niega al parlamento al que define como un nido de ratas; a los gobernadores elegidos por la ciudadanía de sus provincias les dice “los voy a mear”, insulta y denigra los presidentes de países hermanos del continente y de otras potencias mundiales. A poco de andar, ante una manifestación pacífica de protesta envía a las fuerzas de seguridad a provocar y reprimir salvajemente a la ciudadanía. A este gobierno autoritario y sometido a los poderes económicos locales y extranjeros, es a quien los congresales le otorgaron facultades que serán ejecutadas descarnadamente contra los derechos de los ciudadanos.
Los auténticos celebrantes del supuesto triunfo son, en primer lugar, las corporaciones mineras quienes lograron imponer su RIGI colonial, a partir del cual, se precipitarán a la apropiación de nuestros recursos naturales, vitales para sus negocios planetarios y no trepidarán en envenenar nuestro medio ambiente. Festejan también las organizaciones empresarias comenzando por la AMCHAM y sus aspirantes de líderes políticos, la AEA; UIA; CAC y SRA. Todos ellos son partidarios del reclamo de ajuste del Estado que implicará reducción del presupuesto universitario, recortes a médicos y enfermeras, a maestros y profesores, a los asalariados de todos los niveles, a jubilados y los anunciados tarifazos. Festejan también los propulsores de la destrucción de nuestra ciencia y del acervo cultural nacional. Corona la fiesta de las minorías el FMI quien afirma su apoyo decidido al plan de gobierno y sus “resultados positivos”, aunque complementariamente reclama gobernabilidad y atención al conflicto social, concluyendo con otra de sus clásicas presiones: “el tema central es que se concrete el ajuste fiscal y se mantenga en el tiempo”. Un eufemismo que oculta su verdadero propósito: que el ajuste sea perpetuo. En suma, esos núcleos de poder serán los responsables del inevitable agravamiento del conflicto social y de la respuesta represiva que aplicará la dupla Milei - Bullrich, con la aquiescencia de los grandes medios de dominación y sus editorialistas disfrazados de objetivos y neutrales. Muchos de esos círculos fácticos guardan un silencio ominoso frente a la ausencia de justicia e impunidad sobre el gravísimo atentado a la vida, la convivencia y la democracia sufrido por la líder y ex vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Los 25 millones de pobres, los 7 millones de ciudadanos que ya no comen todos los días, el 60 por ciento de los menores de 14 años en la pobreza y las clases medias en derrumbe, nada les importan. Mucho menos conceptos como Soberanía Nacional, Patria, Nación o Pueblo. Todos esos valores los esconden en el arcón de lo impuesto por la cultura neocolonial, bajo el apotegma de que son ideas anacrónicas.