Democracia verdadera o falso republicanismo. Por Juan Carlos Junio

Tiempo Argentino | Oposiciones salvajes

Las comparaciones acerca de las tácticas de las derechas son muy útiles, ya que desnudan sus puntos en común y los modos engañosos y velados que van adoptando.

Una de las noticias internacionales destacadas de esta semana está referida a la decisión del Congreso de Estados Unidos de negarle al presidente Barak Obama la aprobación del presupuesto para el nuevo año fiscal. Medios de todo el mundo consignaron títulos similares: “EE UU: el gobierno se quedó sin fondos y cierra oficinas ante el fracaso de la negociación en el Congreso.” El motivo se explicitó sin eufemismos: es una oposición cerrada de los republicanos a la implementación de un plan de salud que ofrece a los ciudadanos la posibilidad de inscribirse en varios planes privados, antes de que en enero se decrete la obligatoriedad del seguro médico.

En este punto resulta muy útil traer a la memoria el documental Sicko de Michael Moore. La obra revela con crudo realismo la naturaleza de una medicina concebida con una idea mercantilizada, por la cual 50 millones de estadounidenses carecen de seguridad sanitaria y el resto está sometido a diversos abusos por parte de las poderosísimas corporaciones de la salud.

La reforma que propone Obama es juzgada por muchos como una mejora muy débil para los derechos ciudadanos, teniendo en cuenta que una parte significativa de la población se halla indefensa frente a la enfermedad.

Sin embargo, el proyecto del presidente es caracterizado por los sectores más recalcitrantes de la derecha conservadora como “socialista” y para boicotearlo han llegado al punto de bloquear la sanción del Presupuesto Nacional para el ejercicio entrante.

Veamos algunas consecuencias de esta situación: más de 800 mil empleados están cesantes mientras dura la medida. Sólo el personal militar está eximido de marcharse a su casa a esperar -sin salario- que la tormenta amaine.

El diario La Nación avisa que una de las consecuencias es que numerosos centros públicos deben “cerrar sus puertas con las únicas excepciones de los servicios de emergencia y los encargados de la seguridad del país”.

Página/12 difunde declaraciones del presidente estadounidense: “Nadie puede amenazar la imagen y el crédito de Estados Unidos para beneficio propio. Nadie puede dañar nuestra economía y la de millones de personas inocentes sólo porque hay un par de leyes que no le gustan.” Lo cierto es que si no hay acuerdo antes del 17 de octubre próximo, el país caerá en default.

Digámoslo claramente: para la oposición republicana se puede amenazar la imagen y el crédito de Estados Unidos para beneficio político propio, aunque dañe la economía nacional y la de millones de personas inocentes.
Obama aprendió duramente la lección de intentar transformar la trama de poder fáctico que impide la ampliación de derechos, aunque esta sea modesta.

¿Qué tiene que ver esta situación en Estados Unidos con lo que está pasando en Argentina? La asociación es lógica y útil, si tenemos en cuenta que estamos a las puertas de elecciones y que la coalición opositora, orientada y potenciada en su accionar por los grandes medios monopólicos, viene amenazando con acciones que por sus consecuencias políticas la emparentan con el Tea Party, que constituye el ala ultramontana y conservadora del Partido Republicano. Las comparaciones acerca de las tácticas de las derechas son muy útiles, ya que desnudan sus puntos en común y los modos engañosos y velados que van adoptando. Recordemos que en Venezuela el candidato Henrique Capriles decía en su campaña electoral, contra Chávez primero, y contra Maduro después, que haría lo mismo que el chavismo? ¡pero bien! Ya no podía seguir diciendo la verdad sobre su verdadero pensamiento.

Esa retórica liviana, “políticamente correcta”, supone que ya no es electoralmente “rentable” defender de manera dura y pura las viejas fórmulas opositoras sustentadas en doctrinas perimidas. Mauricio Macri es un claro ejemplo del ejercicio de una suerte de cínico minué. Habla del diálogo como expresión de la nueva política, pero salda los conflictos a través de recursos que poco tienen que ver con soluciones consensuadas: la golpiza de la UCEP a indigentes, por la cual está procesado; la actuación represiva y brutal de la Policía Metropolitana; la presentación de demandas penales contra menores por la toma de colegios; o el veto de más de un centenar de leyes votadas por la Legislatura, son todo un mentís a la proclama dialoguista.

La nueva promesa del establishment, Sergio Massa, habla poco pero alcanza para que muestre la hilacha. El caso más contundente fue su alocución frente a grandes empresarios. A ellos les propuso volver al endeudamiento externo, habilitar vías de privatización de las jubilaciones, revisar las retenciones como reclama la Sociedad Rural, y reformular las alianzas internacionales. Ergo: Consenso de Washington y relaciones carnales.

La crítica a las computadoras entregadas por el gobierno nacional, falseando además los recursos con los que se financia este derecho, filtra su matriz neoliberal. Y la amplitud de la convocatoria a una “nueva y renovada política” choca de frente con el elenco de personajes patéticos que lo apoyan, que son la contracara de una renovación, desde Luis Barrionuevo a Aldo Rico y Eduardo Amadeo (y siguen las firmas). Por su parte, las sucesivas declaraciones de Hermes Binner ponen en cuestión los viejos principios del Partido Socialista. El llamado a pagar frente a la presión de los fondos buitre, obedeciendo a la justicia títere de Ghana, la confesión de que votaría al golpista Capriles, y la culpabilización “al populismo” por los muertos venezolanos tras la elección de abril de 2013, expresan un claro deslizamiento hacia posiciones que se enlazan con la lógica política de la derecha internacional.

Finalmente, en el campo de los hechos concretos la oposición desmiente sus planteos verbalistas de defensa de la democracia republicana. Los debates parlamentarios en los que se impulsa la ampliación de derechos para las mayorías o minorías ciudadanas han contado con la ausencia, la abstención o la negativa de las fuerzas opositoras. La amenaza de reeditar al Grupo A ensombrece el panorama institucional en Argentina. Lejos de incentivar la profundización de la democracia, lo que puede ofrecer el mapa mayoritario de las fuerzas opositoras es la vuelta a un pasado de inoperancia política y fragmentación social. Aunque resulte odioso, muchos de nuestros televisivos políticos opositores se parecen cada vez más a los teapartistas norteamericanos.

Nota publicada el 4 de Octubre en Tiempo Argentino

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