CABA: Una ecología gris, pintada de verde

Página/12 | Opinión

juniopaginaarbolRodríguez Larreta logró su ansiado propósito con la realización de la publicitada cumbre de alcaldes C40: una gran foto con intendentes de todo el mundo y de más de 100 locales vinculados políticamente a Juntos por el Cambio.

La segunda foto soñada fue con el presidente del Foro de Ciudades, el alcalde londinense Sadiq Khan. En la misma se los ve a ambos plantando un arbolito en la costanera porteña. Ya lanzado por su dispositivo mediático a construir su imagen de líder ecológico internacional ante nuestros vecinos y “hacia el mundo”, declaró que “cada vez somos más los que nos unimos para cuidar el planeta trascendiendo las fronteras ideológicas y las generaciones”.

El alcalde inglés también se mostró exultante luego de la bucólica escena de la plantación de los arbolitos. Logró reportajes en los grandes medios de comunicación explicando las bondades ecológicas de su ciudad. Hubiera sido interesante para todos que comentara su opinión sobre la ya clásica visión de su ciudad natal que formulara el gran poeta y escritor Percy Shelley (Sussex, Inglaterra) , quien dijo “el infierno es una ciudad igual a Londres”.

El abrumador despliegue propagandístico del jefe de Gobierno para instalar una sensación y un simbolismo que solo es imaginario y artificioso, genera el clásico interrogante: ¿es posible que logre instalar esa creencia a pesar de que es falsa y choca con la realidad cotidiana que percibimos todos y todas los vecinos que vivimos en la Ciudad?

Es sabido que el interrogante no tiene respuesta segura, sin embargo, sí conocemos, que no debiéramos allanarnos al mensaje elemental y primitivo de que todo lo que inventan desde el poder, asociados con Clarín, La Nación y sus editorialistas – propagandistas, penetra en el imaginario colectivo, como si los ciudadanos fueran una suerte de esponja pasiva y totalmente acrítica. Esta línea de acción cultural parte de la idea de que la materialidad, o sea la realidad cotidiana que vive la sociedad, no importa. Lo determinante serán las imágenes televisivas, graficas, las redes y toda la parafernalia comunicacional. Por lo tanto, nada se podría hacer frente a tamaño poder. La vida demuestra que esa supuesta verdad, es falsa. ¿Acaso ninguna persona que transita diariamente por nuestra ciudad nunca repara en el crecimiento vertiginoso de enormes edificios que avasallan y destruyen el paisaje urbano, generando la pérdida de aire, luz, de suelo verde y absorbente, potenciando el crecimiento del calor y la polución?

Está claro que esta fenomenal cementización se produce en pos de beneficiar a lo bruto a grandes empresarios de la construcción, que ahora se los conoce con el bonito nombre de desarrolladores; para que sigan ganando fortunas que luego fugan al exterior, a costa de la calidad de vida del pueblo porteño. Esos intereses explican que en el evento se haya discutido el daño que produce el transporte pero se “olvidaran” de incluir el tema del efecto calórico como consecuencia de las edificaciones de todo tipo. Lo cierto es que mientras declara solemnemente que se discuten “medidas urgentes para ser carbonos neutrales en el 2050”, aquí seguimos con bajísimos niveles de espacios verdes incluyendo barrios que están muy por debajo del promedio de 6,5 por ciento por habitante como Almagro, San Cristóbal y Once, donde no alcanza ni un metro cuadrado. Ya sabemos que la OMS recomienda 15 metros por habitante, y ojo que el mentado 6,5 por ciento que dice Rodríguez, es el resultado de una “contabilidad creativa” que incorpora como espacios verdes, canteros, veredas con sus arbolitos, maceteros, plazas secas con sus adornos floridos y jardines colgantes que denominan “verticales”, incluyendo el verde de los cementerios.

Nada detiene a nuestro alcalde Rodríguez, quien sigue en campaña electoral, que ahora intenta empalmar con el sofisma “Buenos Aires Ciudad Verde”. Sin embargo, la realidad cotidiana choca con la presencia de las inconmensurables criaturas de cemento que se multiplican, no solo en los barrios más ricos y aptos para el negocio, sino que ya se dejan ver en todas las comunas.

Está claro que se trata de un plan estratégico que diseñó un modelo de ciudad que no incluye ninguna condición ecológica. Es decir que se propone “crecer” hasta el infinito sin contemplar límite alguno que surja de concebir la ciudad y sus habitantes como el objeto esencial de las políticas públicas. De allí que nuestro suelo se redujo durante la gestión de Macri y Larreta en 200 hectáreas, que fueron ocupadas por las criaturas grises con sus calores y poluciones. Así es que la tierra porteña se transformó en un bien transable para el negocio y no en un elemento sustancial para mejorar la calidad de vida de su gente, enfrentando las gravísimas consecuencias del cambio climático.

Acerca de esta cuestión tan critica que involucra a todo el planeta, el alcalde porteño aprovechó para enfatizar en “el valor del diálogo”, para “construir el cambio a largo plazo”. Larreta soslaya deliberadamente la responsabilidad de las multinacionales capitalistas y las grandes potencias, como las verdaderas causantes y culpables del envenenamiento de nuestro planeta, igualando a las víctimas con sus victimarios.

El fin de fiesta culminó con al paradójico festival “Pies en el pasto” como aquel que blande la soga en la casa del ahorcado, ya que cualquiera se preguntará: ¿de qué pasto me hablan? Sin embargo, la celebración se vio turbada por la protesta de jóvenes e integrantes de diversas organizaciones ambientalistas que reclamaron y criticaron las políticas verdaderas y tangibles de nuestro “alcalde verde”. El problema no es la falta de diálogo ni plantar arbolitos por doquier, sino planificar y ejecutar otro proyecto de ciudad que privilegie la opción ecológica y la calidad de vida de nuestro pueblo, incluyendo la participación y el protagonismo de la comunidad en la gestión. Claro que ese propósito nunca lo cumplirá ni Rodríguez Larreta ni Mauricio Macri.

Nota publicada en Página/12 el 26/10/2022

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