Ahora, relaciones carnales con el Reino Unido
Página/12 | Opinión
Existe un clásico enunciado en la ciencia política que fundamenta la correspondencia entre la política exterior e interior de los gobiernos. Los paradigmas ideológicos provenientes del marxismo siempre han sostenido esta visión, ponderando que el cuadro de situación y las relaciones de fuerzas del tablero internacional, condicionan y determinan las políticas interiores. Juan Perón también se afirmaba en esa idea como viga maestra del análisis político. En tal sentido afirmaba: “la verdadera política es la política internacional”. En el caso de la Presidencia de Milei, el relacionamiento entre su visión internacional y la política interior se aplica en un sentido extremo, despreciando el saber diplomático y la ponderación de las contradicciones inevitables, producto del juego de alianzas entre los países. El Presidente ha decidido aplicar una política de absoluta subordinación a Estados Unidos complementariamente a Gran Bretaña y al gobierno israelí de Netanyahu.
Se trata de un retorno a las relaciones carnales menemistas, que como entonces, implica un alineamiento en el juego geopolítico de las potencias, incluyendo situaciones de guerra, asumiendo irresponsablemente riesgos para nuestro país. Si repasamos las políticas económicas internas, también están inspiradas en el acatamiento irrestricto a los intereses de las grandes potencias, particularmente a su afán manifiesto por apropiarse de nuestros recursos naturales.
En relación a las burguesías locales, han decidido volcar su apoyo al libertarismo, atraídos por su plan de vender 40 empresas públicas. Ellos serían los beneficiarios de la subasta que en los 90s se hizo a precio vil, sustentado en un sistema de corrupción generalizada (Menem - Dromi). En esta etapa tienen otra motivación muy trascendente: el gobierno mileista se lanzó a la liquidación de los derechos laborales, sociales y culturales construidos por nuestro pueblo a lo largo del siglo XX y en los 40 años de democracia. Así es que se va generando una alianza estratégica entre los intereses de EE.UU. y el Reino Unido y el gran empresariado local: UIA, Amcham, CAC, SRA, AEA. En los hechos se afirma esa línea estratégica más allá de las naturales contradicciones que siempre existen al interior de las fracciones del poder económico y la obvia preocupación por el desprecio del Presidente al sistema democrático.
El viraje del posicionamiento internacional de Milei, implica una ruptura de las anteriores políticas americanistas y multilaterales, el alejamiento de Brasil, nuestro principal aliado político y comercial, y de otros países del continente como Bolivia, Colombia y México, a lo que hay que sumar la prejuiciosa y demencial confrontación con China “porque no negocio con comunistas”, y el rechazo a ingresar a los BRICS. La causa principal de la precipitada decisión de retirarse de los BRICS fue mostrar que nuestro alineamiento con EE.UU. es absoluto e incondicional. Lo más indignante y paradigmático de la política exterior del gobierno, es la subordinación a Gran Bretaña. La cancillería eludió repudiar la visita del ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron, a nuestras Islas Malvinas. La ministra Mondino soslaya la posición colonialista del Reino Unido, rechazada por la comunidad internacional en Naciones Unidas. Mondino y Cameron declararon la existencia de un “desacuerdo”, relativizando que existe una disputa de soberanía, para concluir amigablemente en la necesidad de avanzar “en la cooperación mutua”. A esa política pro inglesa, el Presidente la calificó en Davos como una nueva etapa en nuestras relaciones, “por lo tanto estamos felices de recibirlos en nuestro país”. Esas formas amigables y fraternales con la potencia colonial demuestra la decisión política de renunciar a nuestro reclamo soberano sobre las Islas Malvinas.
En la misma clave debe ubicarse el reciente hecho oprobioso de la aparición en el balcón histórico de la Casa Rosada del secretario de Estado de los EE.UU, Anthony Blinken. Resulta muy difícil encontrar en la historia argentina una actitud más colonialista. En correspondencia con la política internacional, Milei acentúo el ataque a las provincias y al parlamento, lo cual va generando un enfrentamiento institucional y un clima de ruptura comprometiendo la unidad nacional. Por otra parte, obnubilado por su afán de llevar a cabo el ajuste del financista Caputo, y su aspiración a ser “El Trump de Las Pampas”, no trepida en atacar a todos los sectores sociales, trabajadores, Pymes, clases medias, la cultura, etc. Para ese plan extremista de ultra derecha necesita destruir a las organizaciones sindicales (no importa su origen ni perspectiva política), se propone también subordinar a las organizaciones sociales que representan a millones de pobres y hambrientos.
Paradójicamente la dupla Milei - Caputo anda de festejo. Salieron a celebrar el éxito del superávit fiscal del mes de enero esperando que sus votantes los acompañen. Tal reacción no ocurrió. En realidad, era imposible porque la mayoría del pueblo tiene otras urgencias cotidianas como alimentarse, la educación de sus hijos, transportarse al trabajo o a los centros de estudios, inclusive sectores de clase media tratando de no caer de su nivel de vida. Pero hay otras causas más tangibles: el “triunfo del superávit” se logró sobre la base de reducir en un 50% programas como el Potenciar Trabajo y las becas Progresar, también achicó el “gasto” en jubilaciones y pensiones, redujo drásticamente las inversiones en obras públicas, siguió con un recorte del 16% en los aportes a las universidades y redujo un 15% los sueldos de los trabajadores del Estado. A pesar de todo esto, imaginó celebraciones populares, exaltando su sacrificio en aras del tótem del “ajuste doloroso inspirado en las fuerzas del cielo”.
El dilema que debemos enfrentar radica en si la anterior descripción un tanto literaria, no se corresponde con los elementos que realmente impulsan a Milei. Volviendo a la relación con lo internacional, la número dos del FMI, además de apoyar el plan, ya que esta vez va de verdad a fondo en la reducción del gasto público advirtió sobre la necesidad de “generar apoyo social y político”. Gita Gopinath apoya, pero no come vidrio, y por ahora no pone ni un dólar.