¡A votar!

Página/12 | Opinión

La idea es “ahora o nunca”. “Los hombres de negocios vamos por todo, ya que se corre el riesgo de que retorne el populismo”. Reunidos en el tradicionalísimo cenáculo conservador del Coloquio de IDEA, ya separados por una inmensa muralla del destino del país, se muestran tranquilos con el generoso apoyo de Donald Trump. Eso sí, repiten la letanía de Mr. Bessent y los corifeos de los medios locales: es tiempo de lograr consensos políticos para las reformas estructurales, sin las cuales no habrá un cambio radicalizado del sistema productivo, laboral y de distribución del ingreso. El Coloquio reunió al establishment local y mediático, quienes a pesar del desastre de su gobierno colocaron su libido en la ponderación del modelo, aun cuando se evidencia que el equipo del Toto Caputo pasó a ejercer una suerte de regencia del tesoro norteamericano. En los pasillos del Sheraton, que ocuparon los mil asistentes a razón más de cuatro millones de pesos por cabeza, los representantes de la burguesía empresaria local no trepidaron en sostener sus visiones inficionadas por su afán de ganancias rápidas, y su pulsión por transformar estructuralmente el sistema económico del país. O sea, liquidar definitivamente las conquistas sociales y culturales logradas a lo largo del siglo XX y el actual. Algunos de ellos se copian del desparpajo de época de los líderes de ultra derecha, manifestando abiertamente que la reforma laboral consiste en eliminar los aportes patronales, complementado con una tasa sobre el impuesto a los combustibles. En criollo dicen “¡Nosotros los patrones no tributamos más nada!”. Nicolás Braun, de los supermercados La Anónima, de prosapia de remarcadores confesos, afirmó sin ruborizarse: “quedó muy claro que la Argentina hoy tiene los niveles impositivos más altos del mundo”. Un bolazo primitivo, propio de quien siente que goza de una especie de impunidad intelectual que deviene de su poder. En suma, los empresarios apuntan a sostener a Milei, sin importarles nada sus corrupciones y autoritarismo.

En el plano político, el Presidente se allana a la línea definida por Bessent. No importaría un pronunciamiento electoral contra el gobierno y su modelo económico, solo será necesario lograr el tercio que permita gobernar a fuerza de vetos a las leyes que voten las mayorías parlamentarias en contra de políticas que condenan al pueblo a una vida cada vez más penosa; y a la nación a perder sus riquezas y su soberanía. Esta visión estrecha de carácter clasista, abandona todos los valores liminares de un sistema democrático, del equilibrio de poderes, y consecuentemente de las libertades públicas. Desde el núcleo comunicacional del mileísmo imaginan que pueden seguir sosteniendo la estrategia ideológica inicial, basada en alimentar el relato del odio al kirchnerismo, culpable de todos los males que sufre la gente; junto al miedo al abismo en que se caería si el plan “salvador” de Milei se estrella contra la realidad. No es una novedad de época que la democracia moderna capitalista esté condicionada por los núcleos dominantes del poder económico, quienes presionan y determinan los acontecimientos políticos en función de sus intereses y estrategias de largo plazo. No existen relaciones políticas y económicas escindidas de las relaciones de poder. En circunstancias muy favorables como las que lograron con Milei, no pueden sustraerse a su pulsión por la rapiña: es el caso de las big 10 exportadoras, quienes timaron legalmente al estado nacional en U$S 1.500 millones en un pase de manos. Se trata de una prueba descarnada de la conducta depredadora de los verdaderos dueños del poder económico. La fenomenal transferencia de ingresos del sector trabajo a las corporaciones es otro ejemplo palpable, y ni que hablar de las ganancias de los mesadineristas de las cities. Una vez más: no se trata de que no haya producción de riquezas. Si la hay, a pesar de la recesión inducida deliberadamente por el modelo. Lo que ocurre es que aplican la variante salvaje de la Ley de Lavoisier: “nada se pierde, todo se transfiere”; obviamente, siempre a favor de una minoría parasitaria que subordina lo productivo a la especulación, ya sea en la Bolsa, en el sube y baja del dólar, del oro o de los bonos en todas las variantes que van inventando. Se trata de soberbia del poder y avaricia; todo lo cual conduce inevitablemente al conflicto social, cultural y político; ya que las mayorías, inclusive desde sus identidades políticas, inevitablemente enfrentan a esta amalgama del poder real en la actual fase agresiva de sometimiento a las estrategias imperialistas, y de pérdida de todo sentido democrático y humanista. La clase dirigente nativa hace mucho que se transformó en tributaria de las potencias mundiales, y socia de políticos locales claudicantes que le votan las leyes a Milei so pretexto de darle gobernabilidad. Su principal deseo es fugar a guaridas extranjeras sus ganancias ejerciendo prácticas oligopólicas que imponen precios y políticas impositivas funcionales a sus intereses. Desde esa condición de clase montada en el avance vertiginoso del proyecto de la ultraderecha contra el estado nacional y los derechos del pueblo, se genera una reacción en sentido contrario de las mayorías, del sistema parlamentario y de la reserva democrática imbricada en las identidades políticas y culturales. Su marcha caótica hacia el precipicio de la desarticulación de la vida en sociedad y su crisis moral no logrará imponerse. La fuerza del pueblo y sus representaciones torcerán el rumbo de esos adoradores de grotescos liderazgos de potencias históricamente en decadencia.

Habrá un determinante pronunciamiento en las urnas, a pesar del descreimiento de núcleos que todavía no mutan de la desesperanza a la protesta y a votar por proyectos populares y progresistas. Habrá luchas obreras, universitarias, feministas, sindicales en defensa de la educación pública, de la salud y crecerá el movimiento político para proteger nuestros minerales, el agua, las represas, el petróleo, nuestro sistema industrial al que condenan a desaparecer para transformarnos en una factoría importadora. Crecerá el sentido de defensa de nuestra soberanía e independencia, como colectivo nacional con nuestros valores históricos y culturales. El mensaje político de Cristina es certero: “Argentina o Milei”.

Nota publicada en Página/12 el 24/10/2025

Scroll al inicio