Página/12 | Opinión
Mafalda, ¡tan viva como siempre!, decía: “Otra vez sopa”. Así expresaba su hastío por la repetición de lo mismo, cada vez más intragable. Los trumpistas nativos están lanzados al “here we go again”(vamos de nuevo): firmar un acuerdo con la potencia capitalista de Occidente que, al igual que otros anteriores también celebrados como “históricos”, será ruinoso para la matriz productiva del país, extranjerizarán definitivamente nuestras riquezas naturales y degradarán aún más la vida del pueblo. El pacto “recíproco” implica la pérdida de soberanía más extrema de nuestra historia como nación independiente, y una humillación y quebranto de la integridad como pueblo libre y autónomo. Ya conocemos desde la Biblia milenaria que “no solo de pan vive el hombre”, tiene también la necesidad vital de dignidad.
Esta “grandiosa y novedosa coalition building”, no tiene nada de original y menos aún de recíproca, ya que es una ristra de condiciones que la Argentina deberá cumplir sin contrapartidas que la beneficien. Todos los tratados fueron obra de gobiernos conservadores contraídos contra el interés nacional. El caso más emblemático y trascendente fue el pacto Roca – Runciman con la Corona Británica en 1933, ya que marcó el inicio de un nuevo tiempo de sumisión y dependencia hacia las potencias hegemónicas. En aquel “pacto grandioso” firmado por el hijo de Julio Argentino, durante el gobierno del general Agustín P. Justo, impusieron todo tipo de condicionalidades para sostener la cuota de compra de nuestras carnes que explotaban el grupo de selectas familias de la aristocracia desde la Campaña del Desierto. Luego de la decadencia del Reino Unido como imperio, vendrían las imposiciones de Estados Unidos en sus distintas versiones monroístas para su sub continente desde el Caribe a Tierra del Fuego. Sin un acuerdo formal, pero en la misma línea, se desplegó el programa económico de la dictadura cívico militar impulsado por la Casa Blanca y su factótum Henry Kissinger. Martínez de Hoz reiteraba el argumento sobre la necesidad de una apertura irrestricta “al mundo” y a los capitales foráneos que vendrían a invertir. Así se dio inicio al ciclo de endeudamiento crónico, la destrucción de mercado interno, la perdida de ingresos del sector asalariado a favor de las corporaciones y la desindustrialización del país. También elaboraron la panacea cultural de que importar abarataría los precios, para lo cual sus inspirados publicistas fabricaron aquel poema de “da lo mismo producir acero que caramelos”. En los 90 menemistas, retomaron el proyecto de la dictadura genocida aplicando nuevos tratados “recíprocos” con EE.UU. Por entonces, el embajador G. Di Tella declaraba “yo quiero tener relaciones carnales con Estados Unidos porque sacaremos beneficios” que nunca llegaron. Se trata de un inspirador del actual presidente argentino. El ciclo de pactos continuó durante la presidencia del gobierno conservador de M. Macri quien potenció el endeudamiento, el ajuste al sector del trabajo y la mutilación de los servicios del estado. La versión actual de Mr. Bessent y Milei, que no merecerá ningún premio a la originalidad, tiene los mismos rasgos de sumisión de aquel de 1933. La factura por el salvataje financiero llegó más rápido de lo pensado. Ya lo advertía recientemente el Arzobispo Colombo: “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”. Si la utilización de la capacidad instalada en la industria argentina se desploma ¿A dónde llegará cuando los bienes norteamericanos ingresen al país?
Son pro imperialistas y contrarreformistas. Reivindican leyes arcaicas, provenientes de la época de oligarquías vacunas y el “fraude patriótico”, aunque se presentan como “modernos” y “reformadores”. En su afán de utilización de sofismas y falsedades históricas, pretenden vender otro buzón: el “salario dinámico” con el propósito de que el criterio justo de paritarias nacionales sea reemplazado por acuerdos en cada empresa, con el objetivo de liquidar las organizaciones sindicales. El secretario de Trabajo, Julio Cordero se la pasa “explicando” que los convenios por empresa las hará más “competitivas”, a partir de lo cual el capitalista pagará los salarios que pueda. No dice que para ese señor lo único sagrado e inmutable, es la tasa de ganancia. Por lo tanto, “lo que pueda”, se reducirá todo lo necesario para asegurar su “plusvalía”(Marx 1857/8, hace un siglo y medio). Inventan también que el salario de convenio no será un piso obligatorio, sino una “referencia”, o sea una nebulosa que posibilitará a la corporación empresaria que se imponga por su poder natural. Argumentan que las paritarias son un modelo agotado que debe modernizarse ¡Falso! En muchos países, las remuneraciones se negocian en dos franjas: los convenios sectoriales fijan pisos, y luego sí, cada empresa puede sumar adicionales por productividad o participación en las ganancias. Ya advertía Mariano Moreno acerca de los extranjeros, “no dejarse engañar en medio del embelesamiento que producen con sus chiches y abalorios”. En realidad son prestamistas, especuladores planetarios que vienen a colonizar nuestras riquezas naturales y el trabajo de millones de trabajadores/as, profesionales, productores de pymes, científicos y docentes, etc.
El conjunto de las derechas asimilaron el mensaje del poder real. Recientemente, la referente del PRO, Eugenia Vidal afirmó que su partido apoyará y será garante de las contrarreformas que impulsa La Libertad Avanza.
En suma van juntos por todo, para imponer un “nuevo ordenamiento”, lo cual “implica que el gobierno está obligado a una marcha hacia el centro como única táctica posible si quiere acordar para que se voten las reformas” (Pagni – 13 /11 La Nación). Esa es la línea política del poder.
Para las mayorías, la situación económica continúa siendo crítica, y todo indica que se agravará. Por lo tanto, el conflicto social inevitablemente irá emergiendo. El desafío del campo nacional, democrático y popular es ahora; particularmente a partir del 10 de diciembre cuando vayan por las “reformas”. El 2026 será la próxima etapa de luchas sociales y construcción de una nueva alterativa política amplia, democrática, con un programa avanzado de progreso social y cultural.