Página/12 | Opinión
¿Cuál es la cuestión? Una vez más, esa es la pregunta: ¿cuál es la cuestión política esencial del momento para la oposición? ¿Acaso continuar transitando el campo interminable de las causas de la derrota electoral? O bien asumir la imprescindible reflexión sin concesiones y comprometida con el futuro sobre la construcción de una alternativa política renovada al proyecto de la ultra derecha que se propone ir por todo. Consecuentemente el eje temporal del debate debiera ser el de planear y organizar las acciones para el 2026, desde lo cual se cimentará la perspectiva para el 2027. Lo primero y excluyente es la unión de las fuerzas políticas en un bloque muy amplio que incluya a las organizaciones sociales, sindicales, de la cultura, feminismos, las universidades, la ciencia, etc. Sin unidad se instituirá una perspectiva de derrota. Habrá que dejar atrás las tendencias que reavivan debates por espacios de poder, alejados de los problemas y demandas del pueblo y distanciados de la necesaria actitud de búsqueda y encuentro que vaya amalgamando ideas y liderazgos. Uno de los retos esenciales es presentar propuestas que encarnen con las necesidades cotidianas y el horizonte de vida de los y las ciudadanas y sus familias, y el destino de la nación como colectivo político cultural. Continúan vigentes los valores de justicia social, libertad unida a la igualdad, democracia auténticamente participativa, que las representaciones del pueblo respondan a identidades políticas, con abnegación y moral pública y la defensa de la soberanía nacional como principio básico. No existe otra respuesta que la afirmación de esos idearios y conductas. Sin embargo, se presenta una obturación entre la formulación de esas ideas y su percepción por amplias franjas del pueblo.
Esta cuestión es uno de los retos ideológicos y comunicacionales que se deben afrontar. Si la ciudadanía tiene severas carencias por sus magros ingresos, o los núcleos más humildes no pueden parar la olla, las propuestas deben encarar respuestas específicas a esas necesidades. Claro que en estos puntos críticos que implican redistribución de recursos económicos a favor de las mayorías hace mucho tiempo postergadas; resulta imprescindible abordar el problema político ideológico de señalar cuáles serán las fuentes económicas que se deberán afectar por un gobierno popular que democratice riquezas. Todos sabemos que no hay magia. Se deben transferir ingresos de los núcleos minoritarios a favor de las mayorías, para lo cual hará falta recuperar al estado para su ejecución. Esta visión política, inevitablemente generará la reacción de los núcleos del poder económico, político y mediático, que privilegian continuar fugando sus ganancias a paraísos ultramarinos. O bien “se la llevan en pala”, o la transfieren y fugan con bonos, carry trades, evasiones, exenciones, “blanqueos inocentes”, etc.
Venimos del “todo marcha de acuerdo a Trump”, una paráfrasis que podría reemplazar al arrogante “todo marcha de acuerdo al plan”. Los dioses rubios, Trump y Bessent, intervinieron para rescatar a Milei y al Toto para que puedan llegar al desempeño electoral finalmente alcanzado. Ahora la ultraderecha local se atalona para legitimar la próxima fase de ajuste y la avanzada por las reformas laboral, tributaria y previsional, incluyendo una inevitable inclinación por un autoritarismo antidemocrático, por la coerción ideológica y cultural y la represión. Todas medidas regresivas que seguirán impactando en la vida de los sectores medios y populares, hayan votado como hayan votado el pasado 26 de octubre.
Milei, ya asumido en su rol de regente potenciado por el resultado electoral y empujado por los poderes económicos, se lanza a ejecutar de inmediato su plan que incluye temas estratégicos prioritarios para el “America First Again”, en la versión recargada de la vieja doctrina Monroe, con su respectiva escala en el gran garrote de Theodore Roosevelt. Al respecto, en un reportaje reciente, Monseñor Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, lo dijo con claridad, “cuando la limosna es grande…”, al afirmar que “la preocupación que tenemos siempre es: ¿qué se está dando a cambio? ¿Cuál es la letra chica?”. Como vemos, el Arzobispo dejó de lado el lenguaje vaticano. El hombre fue directamente al hueso.
Tras las brumas del triunfalismo electoral, ahora potenciado por los mismos medios que hace una semana pronosticaban una “derrota moderada”, el modelo anarco libertario sigue socialmente tan agotado como antes. El espacio ideológico electoral de la derecha aglutinó en la última elección al 40% de votantes ausentes el 7 de septiembre. Lograron instalar el miedo al abismo que se produciría si se imponía el kirchnerismo ya identificado como el culpable. Prejuicio ideológico y miedo fue una amalgama de fuerte impacto emocional. Agrupando la representación de cada sello y alianza política, la diferencia a nivel nacional entre el oficialismo y el voto a las distintas expresiones de Fuerza Patria fue de 5 puntos porcentuales, o sea el 35% del electorado. Luego de la sorpresa por el triunfo inesperado, todas las organizaciones de los grandes empresarios (AEA; UIA, CAC, AMCHAM) salieron a apoyar a su gobierno a la vez que reclaman por “reformas más ambiciosas”.
La mayoría de la población argentina sufre las consecuencias del plan económico mileísta, inclusive rechaza sus disvalores culturales, que abarca la actual bancarrota de humillación a los capos capitalistas de Estados Unidos.
Se impone en primer lugar convocar y nuclear a la enorme militancia social, cultural y política, que tiene plena conciencia de la necesidad de enfrentar a la ofensiva de la derecha, que irá por el regreso al país del 1900 que enarbola el Presidente. Desde allí se irá amalgamando la elaboración del proyecto, que tenga la densidad ideológica que reclama el actual tiempo político, en el que los factores del poder económico concentraron riquezas como nunca, y destruyen al estado nacional deliberadamente para desarmar el sistema social, a la vez que se restringe el funcionamiento y las instituciones democráticas. Ellos van por todo. Como siempre sus planes no tienen en cuenta un elemento determinante: el pueblo, que como en otras circunstancias de nuestra fecunda historia encontrará los caminos para construir nuevas luchas y alternativas colectivas.