Página/12 | Opinión
La docencia de nuestra ciudad realizó una nueva jornada de paro y movilización reclamando sobre tres temas urgentes: aumento salarial, recuperación y mejoras de la infraestructura escolar (a causa del deteriorado estado de las escuelas públicas) y contra la instalación de cámaras de seguridad, ya que no sólo vulneran el derecho a la intimidad de alumnos y docentes, sino que se evidencia que detrás de las cámaras anida un negocio para las empresas proveedoras.
La reacción del gobierno porteño fue la de siempre: negar el reclamo, estigmatizar al gremio docente y como castigo descontar el día de huelga para generar miedo y pérdida de ingresos. Una vez más la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, agrede y descalifica a maestras y profesores: “Están en contra de la educación, sólo hacen militancia ideológica y usan a la escuela como campo de batalla partidaria”. La funcionaria se muestra consecuente con sus posturas ideológicas contra todo lo que representa la educación pública, las organizaciones sindicales y formula un clasismo antipopular propio de pensamientos oligárquicos. En términos históricos se coloca más atrás de las elites gobernantes del liberalismo fundador de la ley 1420 y la escuela laica y gratuita de fines del siglo XIX. Sostuvo su prédica acusatoria: “Con el paro ejercen presión y generan malestar”. Redoblando sus agravios contra la docencia pontificó: “Son los que generan la catástrofe educativa que tenemos hoy en Argentina, porque son los que a nivel nacional representan Ctera y Baradel”. La señora se puso el traje de cruzada del macri-larretismo en pos de una reforma radical del sistema educativo, para la cual se propone demoler desde sus cimientos lo pensando y construido desde los inicios del sarmientismo, el reformismo de 1918, el peronismo con su gratuidad universitaria y la fase democrática y científica de los años 60.
La estrategia narrativa de JxC para abordar el conflicto social, incluyendo el educativo, se repite invariablemente. Esa táctica propagandística no es nueva, las derechas inventan chivos expiatorios extremando y polarizando a la opinión pública para justificar sus políticas y las consecuencias de las mismas. El recorte sistemático del presupuesto educativo durante 16 años, y la política salarial antidocencia, es la verdadera causa del actual conflicto y del deterioro del sistema educativo, que a la sazón se sostiene por el indestructible aporte de maestros, profesoras y familias, todo lo cual expresa la existencia de una gran reserva democrática en el pueblo porteño, que valora y defiende la educación pública.
El acuñamiento de frases de la ministra Acuña, quien espera queden en la historia, o en algún frontispicio, pasan al olvido instantáneamente. Entre ellas, una de reciente creación: “militancia ideológica”. Si no se militan ideas, ¿qué se milita? ¿Existe la condición militante desprovista de un ideario? Se pueden elaborar estos primitivismos porque el macrismo, asociado a los medios hegemónicos de comunicación, asigna cargas peyorativas a palabras como “ideología, sindicato, paro, militante y política”. Para rematar, dijo que “el paro mete presión”. ¿Para qué se hace un paro si no para tensionar y llamar la atención de la sociedad en función de un reclamo? El gobierno porteño rechaza las demandas y los culpabiliza. Serían los docentes los responsables del oprobio de que queden decenas de miles de niños sin escolaridad todos los años, de la presencia crónica de ratas y alacranes en las aulas, que se caigan los techos de las escuelas o que no haya calefacción y ventilación.
La ministra apunta al “malestar que genera el paro”. Si bien las familias sufren una complicación si un día no pueden enviar a sus hijos a la escuela, el malestar es el síntoma. La verdadera razón no es otra que la política educativa de ajuste que el PRO lleva adelante desde hace 16 años en nuestra ciudad, que “presiona” a las familias a volcarse a la educación privada a partir de las carencias generadas por el desfinanciamiento de la escuela pública. Esta es su auténtica convicción: lo bueno es lo privado, en consecuencia, hacia ese sector se asignan cada vez más recursos.
Esta actitud forma parte de una visión ideológica más amplia que se compadece con los planes de Horacio Rodríguez Larreta para el mundo del trabajo en caso de ser presidente: flexibilización laboral, ajuste y baja de salarios que afectarían gravemente las condiciones laborales. La gestión en materia educativa de Mauricio Macri fue tan brutal como explícita: ajustó implacablemente el plan Conectar Igualdad y las becas Progresar, anuló la paritaria docente nacional por decreto, redujo el Ministerio de Ciencia y Tecnología a Subsecretaría. ¿Será esta la “revolución” educativa que Larreta presentó en Washington y reiteró en la Asamblea Legislativa? La “revolución” en ciernes en verdad sería una regresión histórica.
Si bien el proyecto cultural de derechas logró cierta naturalización de las desigualdades en una parte de la ciudadanía porteña, existe una mayoría que valora la gratuidad por su aporte democratizador, también a la universidad y al rol de las empresas públicas en otros servicios vitales. El debate ideológico pedagógico está planteado. La necesaria innovación de nuestro sistema educativo debe aportar al desarrollo en plenitud de las distintas facetas de la personalidad de cada ser humano, favoreciendo la amalgama del legítimo proyecto de cada joven, con la visión de que todos somos parte de un colectivo social y cultural, de una historia común y de un futuro compartido. Esta perspectiva es la opuesta a la idea pseudomoderna que reduce al ser humano a un dispositivo individual que consume y eventualmente se especializa en determinadas destrezas técnicas y digitales, en función de las necesidades productivas del empresariado capitalista. En la actual coyuntura resulta imperiosa la recuperación de recursos económicos presupuestarios, con la mirada puesta en una educación que forme ciudadanos con deberes y derechos, que se sientan parte de un pueblo y se formen en un pensamiento amplio y crítico, conociendo y valorando tanto la cultura nacional como la herencia cultural de la humanidad.